Por fin es viernes y ya me siento torera. Vuelvo a quedar con mi cuadrilla en la plaza de siempre a la hora de siempre. Nos espera otra tarde gloriosa de feria.
Ya estamos los tres haciendo el paseíllo por la calle Libertad. Firmes y seguros cruzamos el Liber y una vez tomado nuestro sitio en el ruedo comienza la corrida.
Nos sirven el primer toro de la tarde, parece bravo y al primer sorbo se me cae la coletilla. ¡Que grande es! Pero lo voy lidiando entre banderillas y aceitunas, risas y confesiones.
Pronto aparece el segundo, y para la ocasión brindamos por este cartel mientras pienso en mi suerte al compartirlo con ellos, ¡que figuras! Tienen un arte que temo no estar a la altura.
En un descuido ha salido el tercero, con 4 capotazos lo tengo listo para matar. Suena la música y la ovación cuando tras el burladero nos hacemos la promesa de mantenernos siempre juntos sin importar en que plazas ni lo difíciles que sean las corridas.
Y sale el 5 ejemplar, pienso que no puede ser, habré perdido la cuenta, me atrevo con él y salgo a su encuentro pero al 2º trago me enviste. No es grave puedo seguir.
Entre el barullo y los aplausos me tambaleo, se acerca el final. Me mantengo en pie aunque estoy herida.
Oigo que piden el último, no podré con él y tendría que abandonar, me lo pienso pero.... es más fuerte la afición. Decido acabar la faena.
Una vez más saldremos triunfantes por la puerta grande.