domingo, 25 de mayo de 2008

Descongelando ilusiones

Siempre que voy a hacer la compra termino llenando la cesta con más comida de la que realmente necesito. En ese momento mi apetito culinario es incapaz de no sentirse atraído por el aspecto, el frescor y el sabor que tendrá una vez haya sido lentamente cocinado y servido, con un buen vino, a la luz de unas velas.
Así que, en cuanto llego a casa, guardo aquello que no podré consumir próximamente en alguno de los cajones del congelador, esperando que se conserve en perfecto estado hasta que llegue la ocasión en la que tomarlo.

Algo muy parecido me ocurre con muchos sueños e ilusiones que, por unas cosas u otras, el momento en que los deseo no es el mejor para saborearlos. Razón por la que termino almacenándolos en uno de los cajones de mi mente con la esperanza de que, sin que se estropeen ni se olviden, algún día llegue la ocasión de cocinarlos y hacerlos realidad.
Y lo bueno de este sistema, es que a pesar del tiempo transcurrido todo se mantiene igual, con la misma frescura y la ilusión intacta, esperando esa mirada de complicidad que te indica que es el momento de descongelarlo y disfrutarlo. Y qué rico sabe entonces.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay instantes podrían descongelar el Polo Norte

Corradino dijo...

Aunque tengas el mejor congelador, hay cosas que siempre acaban por caducar.

JoTa dijo...

Si de verdad te interesan, no tienes por qué dejarlas caducar. Ya se te encenderá la lucecita de que están a punto...

Corradino dijo...

Puede llegar el día en que estén a punto... pero puede que no sea tu momento.

Anónimo dijo...

Ahí radica el atractivo, en que ese momento se de a la vez.
Por eso es tan complicado, si ocurriese a diario no existiría esa ilusión.