miércoles, 6 de agosto de 2008

La primera infidelidad

Solo cuando me acomodé en su sillón y sentí por vez primera su tacto recorriendo el interior de mi boca fui consciente de la inesperada decisión que había tomado al aceptar esa repentina cita.
Todo fue tan rápido que mis pasos habían avanzado hasta esa habitación a mayor velocidad que mis propios pensamientos que, al pasar, parecían haberse quedado al otro lado de la puerta; o más lejos, quizá ni siquiera se habían atrevido a acompañarme en el ascensor y esperaban en el portal a que aquello terminase, alejándose así de todo tipo de remordimientos y evitando la torpe sensación de culpabilidad que me ahogaba cada vez que mi lengua, mis dientes, mis encías, se volvían conscientes de sus jugueteos, de sus tanteos, de sus caricias... repitiendo ese ritual y esos prolegómenos que tantas veces había vivido y que ahora, por primera vez, lo hacía en manos de una desconocida, interrumpiendo así más de veinte años de fiel relación por esta repentina endodoncia.
Quién mandará a mi dentista cerrar la consulta todo agosto por vacaciones.

No hay comentarios: